lunes, 18 de diciembre de 2017

LAS NAVIDADES DE MI INFANCIA

Muy buenos días de lunes a todo el mundo ¿Qué tal el fin de semana? El mío tranquilito ultimando compras navideñas y descansando. Esta semana será la última que publique porque me voy a tomar las navidades de vacaciones blogueriles (las laborales llegarán a partir del 29 de diciembre), aunque como suelo hacer cada año, haré una entrada especial para desearos lo mejor en Nochebuena, y otra haciendo Balance en Fin de Año.

Dicho esto y aprovechando lo melancólica que me pongo en estas fiestas, hoy me apetece compartir con vosotros cómo eran las Navidades de mi infancia (ya hice algo parecido hace unos años cuando os hablé de cómo eran las noches de Reyes) pero hoy me apetece hacerlo de las Navidades en general.

Hasta que fui adolescente y mis abuelos paternos murieron nos íbamos al pueblo a pasar las Navidades. Así que recuerdo una ilusión tremenda porque llegaran las vacaciones escolares y poder irme unos días al pueblo para Nochebuena y Navidad y volver después para Fin de Año. Mi familia es de un pueblo de la sierra de Córdoba que casi está más cerca de Jaén que de Córdoba y es tierra de aceite y almazaras. Eso significa que lo primero que notábamos al bajarnos del coche era un frío gélido que calaba los huesos mezclado con olor a lumbre y braseros y el característico alpechín que procedía de las almazaras (además en mi pueblo la época de la aceituna es justo entre diciembre y enero). Es verdad que a veces es un olor muy acentuado que se puede traducir en desagradable pero a mí me encantaba y decía que olía a Navidad.

Los alumbrados de las calles eran bastante modestos y algunas aún tenían canalones para la lluvia, que el cura del pueblo aprovechaba para colocar altavoces y poner villancicos populares cantados por el coro de la Rondalla. No se me borraba la sonrisa de la cara, era mágico ir andando por la calle escuchando villancicos muerta de frío. Daba igual que fueras forrada de ropa notabas el frío igualmente pero merecía la pena sólo por escuchar los villancicos. Buena parte de mis primos cantaban en el coro de la Rondalla así que me encantaba ir a los ensayos los fines de semana y al concierto que hacían en la iglesia para Navidad. Me sentaba en la primera fila y cantaba con ellos mientras mi madre y mi tía me miraban alucinadas.

Cada año había que ir a casa de mi tía P. a ver su belén porque era el más grande que mis ojos de niña vieron jamás: se hacía de noche, el río tenía agua de verdad, había un montón de figuras y animalitos, y casi ocupaba una habitación completa. El 24 por la tarde hay una tradición que a mí me parece muy bonita: los niños van por las casas y las tiendas del pueblo pidiendo el aguinaldo. Yo solía ir con mis primos y algún amiguito  por las calles, a cambio de cantar nos daban unas monedillas y luego se repartía lo recaudado entre todos. ¿Os imagináis la ilusión que hacía con 8-10 años sacar doscientas/ trescientas pesetas para cada uno? Luego íbamos a cenar a casa de mis abuelos, si tocaba en casa de los paternos mi abuela bendecía la mesa antes de empezar a cenar (ahora mi padre la sigue bendiciendo), y luego nos daba un sobre a cada uno (hijos, nietos y bisnietos) durante la cena con dinero como regalo y cantábamos villancicos hasta las tantas. Si tocaba en casa de los maternos había que repartirse en dos mesas porque no cabíamos todos en la misma, y todos esperábamos impacientes a que llegara el pavo trufado de mi abuela. Los platos se iban pasando de un lado a otro de la mesa y cuando llegaba al último, ya no quedaba provocando las risas de todos. Al día siguiente comíamos en casa de los otros abuelos según tocara, pero antes había que ir a casa de una tía de mi madre y de mis abuelos paternos, para ver qué nos había dejado Papá Noel. Mientras fuimos pequeños un vestido, una muñeca, un reloj... luego dinero y llegó un momento en que Papá Noel dejó de venir porque crecimos.

En fin de Año cenábamos en casa de mi tía, por la tarde a mis primos y a mí solían encargarnos preparar las bolsitas de uvas (que luego los mayores revisaban) y con las panderetas y el piano de mi prima solíamos ensayar algún villancico para deleitar a todos los presentes tras la cena. Ahora me río pero solíamos enfadarnos porque luego los mayores estaban ahí con la charla y no querían parar para escucharnos cantar después de pasar media tarde ensayando¡¡ Y luego mis padres y mis tíos se iban de cotillón y nos dejaban a todos al cuidado de mi abuela viendo la tele hasta que nos quedábamos fritos.

Recuerdo esos días como entrañables... Al principio nos costó un poco asumir que no iríamos al pueblo pero la verdad es que ya se hizo bastante insostenible cuando cada nieto comenzó a tener familia y unos abuelos fallecieron y otros se hicieron muy mayores. Ahora nos reunimos el 24 en mi casa y Arguipaco cocina, mientras llegan mi hermana y mis primos ponemos el disco de la Rondalla del pueblo para escucharlo mientras nos terminamos de arreglar o se ultima la mesa, hacemos el amigo invisible escondiendo los regalos bajo la mesa camilla y nos los entregamos después de cenar. Los niños son la mano inocente que van sacando los regalos de uno en uno provocando la emoción y risa de todos. Luego mientras los niños juegan con los regalos, cantamos villancicos con el aro y la guitarra y comemos turrón.



¿Cómo eran las navidades de nuestra infancia? ¿Y ahora?

10 comentarios:

  1. ¡¡¡¡¡¡¡¡Hola!!!!!!!! Me requeteencantan tus navidades, se ve que fuiste querida y feliz.
    Yo no iba al pueblo pero eran parecidas, un día en casa de abuelos maternos y otra en los paternos, risas, villancicos, cena rica, regalos de Papá Noel...eso sí, en Nochevieja, a partir de los 9 o 10 años nos íbamos en familia por el barrio y cantábamos hasta las tantas, mis padres nos llevaban.
    Eran unas navidades muy muy buenas, y pude mantenerlas muchos años, ya con mis hijos, y me quedo con eso, que han podido vivirlas a tope, eso es impagable, ningún niño debería tener unas navidades tristes y tanto en tu casa como en la mía éramos muchos y bien avenidos, con nuestras cosas, pero felices.
    Besos y la verdad es que ya sin mi padre no me apetece nada celebrarlas, pero hay que seguir y ya he planificado el menú, adornos y todo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Entiendo que se te haga duró la ausencia de tu padre, porque un pilar tan importante pesa cuando te falta. Piensa que desde donde esté aplaude que sigas adelante y os obliguéis a celebrar con los que están.

      Un besazo

      Eliminar
  2. Has descrito unas navidades super bonitas la verdad. Y es que los pueblos son mágicos y más cuando eres niño. Una pena que se fuese perdiendo la costumbre aunque es normal, llegaría un momento que no cabríais.
    Yo no tengo recuerdos tan chulos de mis navidades. Bueno me gustaba cenar en familia y esperar a Papa Noel pero como era la única niña de la familia por ambos lados era un poco triste en ese sentido, mis primos llegaron cuando yo ya era mayor, y tampoco éramos demasiados.
    Por cierto, yo también me estoy planteando unas vacaciones, últimamente ando estresada y me vendrían de perlas.
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Exactamente eso fue lo que ocurrió, que llegó un momento en que no habíamos.

      Besitos

      Eliminar
  3. Qué bonito es recordar, sobre todo las navidades de niña. Las mías también eran muy entrañables.
    Oye, y 200 o 300 pesetas era todo un dineral ;-)
    Un beso, Clara, y felices fiestas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya te digo Chelo!! El dinero hacía una ilusión tremenda y disfrutábamos un montón.

      Felices fiestas para ti también Chelo. Un abrazo

      Eliminar
  4. Como no recordar aquellas navidades!! :)
    Como toda niña ilusionada por los regalos de Papa Noel :)
    Buen post ....besos :)
    Saludos desde https://mundojely.blogspot.pe

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La verdad es que sí que los niños sólo piensan en los regalos... Menos mal que luego uno crece y se da cuenta de que la Navidad es algo más.

      Besitos

      Eliminar
  5. Muy distintas a las tuyas, desde luego.
    Siempre había discusiones y mal ambiente, no hay armonía entre padres y hermanos.
    Pero todo lo compensaba cuando nos reuníamos con la familia de mi madre, tíos, primos y abuelos, con ellos yo estaba en mi salsa, me sentía querida de verdad. Todo eran villancicos y comida riquísíma, besos, piropos, juegos con un montón de primos, regalos sencillos, pero siempre acertados y elegidos con cariño por mis tías o yo lo sentía así. Aunque no era así cada año, porque mis padres no siempre accedían a ir al pueblo cuando lo fue, me dejó unos recuerdos maravillosos y felices.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno seguramente en mi niñez también había discusiones pero yo estaría a lo mío y no me daría cuenta. Quédate con los recuerdos.

      Besos

      Eliminar